Buenas a todos!
Me ha parecido bien, comentar algunas cosillas de este apasionante mundillo del motor a base de anécdotas que me han ocurrido. Ahí va la primera, espero que os guste.
Anécdota #1 - Crónica de un accidenteCorría el año 2008, en ese año, yo disputaba el Campeonato de Andalucía de Karting, mi primer año en el karting de competición. Corría con un kart Intrepid, un bichejo que podía llegar a final de recta a una velocidad de 140 km/h.

Estábamos en el circuito de Cartaya (Huelva), no recuerdo que número de prueba era exactamente, pero si recuerdo, que por primera vez estaba rodando en las tandas libres en tiempos de los 5 primeros, por lo que mi nivel de motivación era enorme.
Este circuito tiene una curva a izquierdas, muy conocida en este mundillo por su dificultad, ya que empieza como una curva abierta y poco a poco se va cerrando, pero lo suficiente como para pasarla a 100 km/h. La lucha con el kart en esta curva es increíble, notas perfectamente como el kart no te quiere hacer caso y quiere irse para fuera, pero tu pones todo tu empeño en conseguir mantenerlo por la trazada.
Pues bien, en una de estas tandas libres, yo seguía rodando rápido, iba en una buena vuelta, y llegué a la famosa curva. La entrada fue buena, tocas un poco el freno, y enseguida, pegas un volantazo a la izquierda para que el sobreviraje te ayude un poco a hacer la curva lo más rápido posible. Y llegó el momento, justo en el vértice de la curva, el kart me da un latigazo. Pero no un latigazo normal, un latigazo lo suficientemente fuerte como para dar dos trompos en muy poco tiempo, el primero de ellos super rápido, el segundo menos. Os puedo asegurar, que un trompo con un bicho de estos, a 100 km/h es cuanto menos agradable para el cuello.
Mientras daba los trompos, podía ver como me acercaba a las protecciones, a una velocidad lo suficientemente elevada como para sentir miedo. Una de las cosas que dicen la mayoría de los pilotos, es que cuando estas en una situación límite, el tiempo te pasa a cámara lenta. Esto es completamente cierto, en lo que duró este accidente, a mí me dio tiempo primero, a pensar que podía pasar si llegaba a tocar con las protecciones, unas ruedas hincadas en el suelo que a esa velocidad posiblemente me harían volar y pasar al otro lado de la pista, segundo, "rezar" porque el kart cayese con las ruedas en el suelo y no con mi cabeza, y tercero, que hacer para evitar llegar. Esto último lo descarté, y simplemente me dediqué a observar como el kart jugaba conmigo en estos dos trompos sin que yo pudiese hacer nada.
Y llegó el momento, llegué a las ruedas, recuerdo cerrar los ojos y pensar, bueno, allá vamos, a volar. Pero no, no volé, al contrario, el kart chocó contra las ruedas, a una velocidad, no sé cual, pero lo suficientemente grande como para hacer que mi espalda se doblase hasta tal punto que casi pudiese dar con la cabeza en el suelo (los karts no llevan reposa cabezas, solo una asiento de plástico que te cubre hasta los sobacos).
Ya había terminado todo, estaba parado, el kart un poco dañado, pero yo seguía sin saber que había pasado, esos dos trompos no eran normales. Así que, muy inteligente yo, agaché la cabeza para ver si la barra de dirección y las ruedas estaban bien. Fallo. Al hacer eso, la mayoría de los que estaban por allí se esperaron lo peor al verme agachado. La cara de mi madre al llegar de vuelta al paddock fue todo un poema.
Finalmente, mis mecánicos me dijeron la causa del accidente: la rueda de apoyo trasera, había volado. La llanta se había partido, y según me dijeron, la rueda, al ir a una velocidad elevada, voló entre unos 10-15 metros en dirección vertical. Yo no me lo creía, pero al encontrarme, ya por la tarde, la rueda en la otra punta del circuito, comencé a creermelo.
Finalmente todo quedó una anécdota, y a las dos horas estaba corriendo la carrera, en la que tuve otro accidente, pero bueno eso ya es aparte. Seguramente no la habría corrido si no llevase un collarín que se usa en el karting, que no es obligatorio, y casi ningún piloto en categorías avanzadas lleva, pero que mi padre me obligaba a ponerme cada vez que me subía al kart.